viernes, agosto 10, 2012

San José: un lugar en la memoria

En otro puente, años más tarde
                Para Julio (Junior) Arroyo y Denis Rivera González,  que vivieron aquellos tiempos
Uno no puede desembarazarse de los lugares queridos.  Hay espacios que viajan con nosotros a dondequiera vayamos.  Lugares que son un referente permanente y apoyos sustanciales de nuestra memoria.
En mi caso particular de mi niñez está el camino de San José, lo que hoy es la avenida Rolando Cabañas, cuando apenas era un camino de tierra que daba acceso a una docena de casas y a las fincas de don José Torano Reboyras y don Francisco Rivera (Paco, el Galleo) Manuel Matos y don Toto Cabrera.   A San José sólo se tenía acceso a través del puente hamaca peatonal de La Playita. La comunidad estaba aislada por el monte de la Familia Casalduc y por el Río Grande de Arecibo, de manera que era un territorio muy particular, con gran cercanía al pintoresco lugar urbano de la Playita y a su vez una zona de campo con la presencia de mucho ganado, especialmente de la vaquería que tuvo en el lugar don José (Cheo)  Toraño en terrenos que cuando llegué al lugar, en 1954 eran zona de tabaco.

En San José pasé gran parte de mi niñez, desde los 7 a los 20 años, más o menos.  Durante gran parte de la niñez y la adolescencia transité lo que entonces eran llanos de cañas o ganado, tupidos guayabales y la entonces frondosa  ribera  del Rio Grande de Arecibo, desde sus charcos en Salto Arriba (el Lilí, hasta la Grúa en Salto Abajo). En ese entorno se formaron mis relaciones de entonces como Antonio y Manuel Jiménez, Denis Rivera, Ismael Valentín, Samuel Olivero, Vicky Jusino, Toñita Deya, Julio Arroyo, los hermanos Delgado y otros que, aunque  no eran del lugar, lo frecuentaban casi semanalmente.  Allí tuve los primeros maestros de vida como Juan (Cucú) Maldonado, Samuel Martínez, Julio Gil de La Madrid y Cheo Toraño.  Allí tuve mis primeros empleos: recogedor de chinas, buscador de cobre en el río,  y coime en el billar de Amelia y Tito  (en la Playita).  Allí quedé huérfano de padre a la edad de quince años y comenzó mi camino por una vida de altos y bajos, pequeños triunfos y derrotas que fueron formando mi carácter.
En San José se vivía una vida tranquila. Los adolescentes que componían mi entorno vivíamos una  vida con mucha libertad e independencia. Salíamos para los ríos o para el bosque cuando tuviéramos deseos, formábamos jugadas clandestinas de dados o  hacíamos otras maldades con la misma frecuencia.  Cminábamos a pie a las escuelas del pueblo, al cine, a los charcos de Los Morones y  la Tropa.  Había pobreza, pero no había miseria ni muchas restricciones. Éramos  libres en el mejor sentido de la palabra.

San José era la frontera deseada por chicos de otros lugares como Judea, La Granja o la Playita.   Era un espacio que había que conquistar y en que se tenía libertad de movimiento.  Por eso el pequeño grupo de sus habitantes teníamos el control de aquel campo de sueños donde también se jugaba pelota (en la vega de yerba pangola donde hoy está el Parque Ramón Cabañas o en el arenal que sirvió de inspiración a Francisco Ruiz Nieves en su primera novela, A orillas del río viví.  En San José se bailaba todos los sábados en la casa de don Nico en una de las lomas que bordean el barrio o se bebía Palo Viejo con Anís (el chichaíto) en el negocio de don Dolores Montalvo, mi padrino.  Posteriormente cuando hubo un camino pavimentado hubo otro negocio que fundó Edelmiro Montalvo, hijo menor de don Dolores, donde todavía existe un establecimiento de bebidas.  Pero en los tiempos del San José de tierra el cafetín de don Dolores era donde libaban sus tardes algunas personas como don Cheo Toraño, don Toto Méndez (el panadero) y otros que visitaban el lugar.  Allí recuerdo haberme dado los primeros trancazos de Palo Viejo.
El lugar comenzó a cambiar hacia 1965 cuando se comenzó a construir  la Avenida Ribas Dominicci y se pavimentó el camino de San José como acceso a la Urbanización Jesús María Lago. Desapareció la vaquería y el llano de pobló de casa, negocios de todo tipo y vehículos de motor.  Ya no es un barrio, sino el acceso a una comunidad más grande en Jesús María Lago y El verde.  Ya no es el mismo San José (al que también llamaban Vega Millán) en honor a un antiguo propietario). El San José con casitas de madera y  camino de tierra por donde transitaban a sus anchas las vacas de Cheo Toraño, por donde rumiaban sus amores Jayuya, el jugador de billar,  y Washington de León, dejó de ser un jugar geográfico para convertirse en un territorio de la memoria par unos cuantos privilegiados y privilegiadas que tuvimos la dicha de compartir un lugar de pobreza, pero de mucha alegría y libertad.  Un lugar que siempre nos acompañará.




miércoles, agosto 08, 2012

UNA CARTA DE UN AMIGO POETA Y CINEASTA
Querido Ángel:
Recibe mi saludo y gratitud por tu libro de poemas maravillosos y de gran sobriedad que leí ayer y esta mañana. Me identifico contigo en la sencillez de tus palabras y su tono directo sobre temas sensibles a nuestro existir en el fin y comienzo de siglo. Al igual con tus reflexiones sobre nuestro quehacer. Sabes, desde que leí El arco y la lira a los 19 años y, después, muchos otros ensayos de Paz, sigo creyendo que sus palabras son muy actuales. Creo que tenemos ideas para compartir y me encantará mucho volverte a ver. Pienso que volveremos pues Rebecca y Noemí también se han enamorado de Puerto Rico.
Cuando llegue a casa te enviaré la antología que hice de Charles Simic.
Muchas gracias por la fineza tuya y de tu esposa al encaminarnos a casa de Leonel. Estuvimos allí hasta las 9 y nuestra conversación con ellos fue un regalo más que se sumó a la belleza de las montañas Recibe mi abrazo, Juan Carlos

Juan Carlos Galeano Ph.D. http://myweb.fsu.edu/jgaleano/
Professor. Division of Spanish
Dept. of Modern Languages and Linguistics
Florida State University

Porque los libros son tan importantes.

Porque nos dieron vida, nos dieron el recuerdo, la senda y la esperanza.
Porque nos hicieron ver las fronteras borrosas de otros tiempos y lugares

Porque ennoblecieron nuestro entorno, todavía pobre pero digno
Porque no tuvimos que viajar para viajar
Porque no tuvimos que estudiar para estudiar
Porque nos dieron sabiduría aunque no lo parezca
Porque nos hicieron más humanos y solidarios
Porque nos hicieron andar con el quijote, el lazarillo y Jean Valtin, y nos hicieron sonar con Quasimodo y preguntarnos quién era Fili Melé
Porque todavía nos acompañan sin que haya otra compañía que los suplante
Porque nunca se borran de la memoria aunque parezca lo contrario
Porque solo nos piden un poco de curiosidad
Porque podemos volver siempre a ellos
Porque nos hacen olvidar que tenemos hambre
Y tampoco rechazan, a su lado, una buena copa de vino.
Porque a veces duermen con nosotros o descansan debajo de la cama
Porque les podemos habla y  podemos oler en ellos otros universos

domingo, agosto 05, 2012


He estado rebuscando viejas fotos, donde aparecen amigos y amigas. Las que siguen fueron tomadas a comienzos de la década del 80 del pasado siglo, hace alrededor de treinta años.  Lo importante es indicar que aunque hemos envejecido, la mayoría seguirmos activos en nuestras preocupaciones y actividades culturales, sociales, políticas o laborales.   Algunos no nos vemos con frecuencia, pero nos anima el mismo entusiasmo.  Hemos sabido batallar contra la indiferencia, las frustraciones y otras adversidades propias del entorno. Todavía andamos por ahí.

Decadencia y muerte del político letrado


La literatura como acto público está tan mal parada en nuestro país que hasta aquellos escritores que son candidatos a puestos públicos esconden la realidad de que son escritores y se dan a conocer a través de otras parcelas de su personalidad pública: profesores, dirigentes sindicales, comentaristas de esto y de aquello.  Nunca de escritores y menos si son escritores poetas.  Parece que un temor a que los textos los traicionen o reconocen que no vale la pena presentarse ante un público electoral como escritores.

Recientemente escuché una tertulia radial donde se hablaba de todos los valores de un candidato menos de sus novelas  o sus poemas.
En  tiempos pasados se hablaba de don Luis Muñoz Marín como el vate, es decir el poeta, como un reconocimiento amplio.  Luis Palés Matos, amigo de Muñoz Marín era invitado a Fortaleza, asimismo otros escritores de la época. 

En otros países, digamos México, Argentina, Chile, Venezuela, Brazil, los escritores son escritores y punto. Como tales se pueden convertir en intelectuales públicos orgánicos, a la manera de cómo lo entendía Gramsci, o voceros de sus ideas.  En nuestro país ni siquiera los pequeños espacios literarios de la prensa reconocen a los escritores que se lanzan al ruedo público.  Ni siquiera Claridad, el autoproclamado periódico de la Nación Puertorriqueña, hace mención de ese hecho en las entrevistas que han realizado a alguno que otro candidato.

De la radio ni se diga: la incultura o el diletantismo de magazine (tomo la frase prestada de José Arsenio Torres)  permea nuestros programas de discusión pública (con algunas excepciones).  La mayoría de los que presentan los llamados Talk Shows de la radio nacional puertorriqueña, descansan en sus recursos académicos (historiadores, planificadores, sociólogos, politólogos) que a su vez se sostienen en  títulos académicos que hace mucho tiempo perdieron su pertinencia.   Los entrevistadores hacen preguntas sobre libros que nunca han leído y personas cuyas trayectorias desconocen.  Por lo mínimo un entrevistador o periodista que se precie de serlo debería hacer un mínimo de investigación sobre el académico o académica que tiene frente a sí.  Es lo menos que se puede esperar.
Vivimos en la sociedad del espectáculo, donde lo profundo y lo riguroso no cuentan.  En el debate público sobrevive el destello del chisme, la voz del rumor, la imagen de lo farandulero.  En ese escenario el escritor perdió toda posibilidad de ser un intelectual público.  Su participación (guiada por los propios intereses de los medios) responderá a lo trivial.  Por lo menos, de vez en cuando nos llega una columna de Luis Rafael Sánchez, Ana Lydia Vega, Rafah Acevedo o Edgardo Rodríguez Juliá, para mencionar solo algunos que han logrado acceso a un limitadísimo espacio en la prensa.  Claridad a veces nos trae  enriquecedoras columnas de  Félix Córdova Iturregui, precisamente un candidato por un partido del que a lo mejor sus partidarios desconocen de su poesía o del hecho de haber sido finalista en el prestigioso premio Alfaguara de novela.

No es que la prensa sea la meta editorial de ningún escritor. Esto le corresponde a los libros o a las revistas serias, pero la radio, la prensa diaria o semanal, son los vínculos que mantienen a un escritor con su pueblo, por lo menos con el pueblo que no tiene acceso a los blogs o las revistas académicas de escasa circulación.
La ciudad letrada perdió su norte  y el escritor las fronteras que conquistar y nadie es consciente de ese hecho o si lo son  parece no importarle mucho.  En este país cualquier cosa es posible, menos escuchar la voz de los escritores en muchos espacios públicos.

 Es notable la excepción de la ciber revista 80grados que publica en internet un grupo de intelectuales y periodistas puertorriqueños.  Es el mejor foro del país.

Acerca de mí

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463 Campo Alegre, Utuado, Puerto Rico
Periodista, Escritor y Poeta, Ciudadano Lector