Qué
podemos decir, a esta hora, sobre este escritor, periodista y ex militar de
nuestro pueblo. En primer lugar, podemos decir que fue una figura cimera de
nuestras letras, un hombre valiente, honrado y decidido que puso en alto el
nombre de nuestro pueblo. Veamos cuáles
son estas gestas de don Manuel Muñoz Rivera que acreditan este comentario.
Sirvió en el ejército de los
Estados Unidos durante cinco años en el Regimiento 65 de Infantería durante
la Segunda Guerra Mundial viendo acción
militar en el territorio europeo y en el Norte de Africa. Sus experiencias militares le inspiraron su primera obra literaria, el
libro de crónicas Hacia dónde héroes, publicado en el 1948, en Azteca
Press, en la ciudad de Nueva York son un vivo testimonio de su participación en
la Guerra. Ya en la gran metrópoli antes
había publicado poesías que recibieron gran elogio de la crítica, y fundado
revistas y organizaciones literarias. Su
poema, escrito en inglés Green Eyes apareció en la antología New
Voces in Poetry, que recoge cada ano lo mejor de la producción en los
Estados Unidos. De él dijo la editora
del famoso mensuario The Atlantic
Monthly, Dorothy Óbice, que Muñoz Rivera era un fino poeta, que conoce a
fondo la esencia de la poesía… una voz original, con sentida y grande fuerza emotiva.
Los años niuyorkinos fueron de
gran actividad para el dinámico ex militar.
Así aprovechó los beneficios del GI Bill para graduarse de Escuela
Superior en Bedford Park Academy en Nueva York, en 1952. Allí contribuyó a fundar el Círculo de
Escritores y Poetas Iberoamericanos, entidad de la que fue Secretario Fundador
y las revistas Panorama, Parnaso y Pasatiempo. También se graduó como de técnico en
radiología. En la gran manzana publicó, además, el drama
poético Mario y Elisa (1951).
Asimismo trabajó como columnista y corresponsal viajero para varias publicaciones
hispanas. En Nueva York pudo poner en
funciones el estudio en periodismo que realizó, por correspondencia, durante sus
días de soldado, en el Newspaper Institute of America y
se pulió en las redacciones, que es
donde se hacen los grandes periodistas. El espíritu creador, inquieto y
dinámico de este jíbaro utuadeño lo llevó a estudiar canto operístico, pero
esta esperanza se malogró por incapacidades físicas ocurridas durante la
guerra.
Manuel el escritor
Dijimos que fruto de la
experiencia en la Segunda Guerra Mundial es el libro de crónicas Hacia dónde héroes, de 1948. De este libro, que hoy es una joya
inencontrable, dice el prologuista del mismo P. Anderson que cada página está
saturada de verdades desnudas y de una contundencia sorprendente. Es atrevido, nos dice el prologuista, al
indicarnos las peripecias del autor en los campos de guerra y su testimonio
sobre los problemas en el interior de su regimiento. Este es un libro fuerte, sin dejar de ser
delicado, un libro atrevido, nos dice el prologuista. Es de particular interés
la crónica que dedica el autor al tema de la custodia, como militar estadounidense,
de criminales de guerra arrestados por las fuerzas aliadas como Goering,
Keittel, Jodi, entre otros. Hacia dónde héroes es, sin duda, un
documento valiosísimo para conocer, en la voz de un testigo de primera mano, el
papel que jugaron los puertorriqueños en la Segunda Guerra Mundial.
Durante esos años también fue
actor, locutor y maestro de ceremonias, actividades que realizó con mucha corrección,
según las personas que le conocieron en estas funciones.
Con grandes posibilidades
profesionales y culturales en la ciudad de Nueva York para su carrera literaria
y periodística, Muñoz Rivera se decide regresar a Puerto Rico.
En su tierra natal es reclutado
como periodista principal para el diario El
imparcial donde comienza a trabajar en el 1953. Desde ese foro nos legó extraordinarios
reportajes que son testimonios de la época en que estuvo como uno de los
principales redactores. Esos testimonios nos hablan, además, de su gran valor
como ser humano y su patriotismo. El
autor de estas notas, escuchó en 1983, de la voz de la periodista Ruth
Reynolds, el testimonio de la valentía y la seriedad de nuestro autor y
periodista. Posteriormente leí, en el
libro Mis Testimonios de la líder
nacionalista Isabel Rosado, hoy centenaria, unas declaraciones que reafirmaron
lo que había escuchado de Reynolds. Nos
dice Rosado que su agradecimiento va dirigido en particular a Manuel Muñoz
Rivera, “quien muchas veces se identificó con nuestros anhelos de libertad y
justicia. Tal fue el seguimiento que
Manuel prestó al recurso de Habeas Corpus sometido ante su presencia, que lo
continuó hasta ver salir de la prisión tanto a la peticionaria como a aquellos
otros confinados cubiertos por carambola, por dicho alegado. Hasta su rinconcito montañoso del Viví donde
me informan que resides, llegue a ti
nuestra gratitud, a tu integridad de hombre periodista, honrado y
sincero.” Aquí termina la cita de Isabel Rosado. Un periodista honrado y comprometido con la
verdad. Fue esta actitud que le
acreditaron como uno de los mejores reporteros de su época y le guió a asignaciones
periodísticas con las principales
figuras de la época, desde el Gobernador Munoz Marín hasta los líderes del
nacionalismo.
En el país se forjó su labor
periodística y creció su labor como
novelista.
Fue a raíz de la publicación de
su primera novela Guarionex en 1962, que
conocí a Manuel Muñoz Rivera. En el 1962
el profesor Joaquín Cortés Portalatín lo llevó a nuestra clase para una charla
sobre la novela. Lo primero que me
impresionó fue su personalidad pulcra, con una voz de barítono, correcta,
vestido con un lazo y camisa blanca de manga larga. En primer lugar, su estilo, sin duda
cultivado en los escenarios de la vida niuyorkina y de San Juan, me llevó a asociarlo con una especie de dandy, de
personaje salido de una novela decimonónica.
Más adelante, por propios testimonios suyos, sabría el verdadero alcance de mi
observación. Manuel Rivera Muñoz vivía y
actuaba la vida con intensidad.
Representaba el papel del intelectual,
del escritor que es figura pública, consciente de su rol.
La novela Guarionex, (1962) le valió fama inmediata. El Instituto de Literatura Puertorriqueña
reconoció su valor al otorgarle el premio del año. La novela recibió elogios críticos en Puerto
Rico, Nueva York y México. En aquellos
tiempos era una novedad que un escritor nuestro retomara el tema del indio para
una obra literaria. Nuestro autor ya
reabría caminos que otros siguieron después en sus acercamientos al tema
indígena. De Guarionex existe una edición posterior (1986).
Posteriormente publicó Gloria en Llamas (1964) novela exquisita, de lectura fácil, que
recreaba en parte la vida de un cantante de óperas, sus logros en Europa, sus
amores y el regreso al lar nativo. Sin
dudas, tuvo como ejemplo al célebre Antonio Paoli, tenor de los Reyes y Rey de
los Tenores. Esta novela también fue muy
aclamada.
A Gloria en Llamas le siguió una novela que exploraba, el tema de la
invasión norteamericana, Por el sur
vinieron los yankis. Esta novela vio
una segunda edición en los años 80 con el título de La invasión de las águilas azules.
Este es un ejemplo de novela histórica
donde el autor mezcla sus destrezas de narrador de ficciones y su ojo de
periodista.
En su cuarta novela, Los mil otoños de una primavera, (1971)
se convirtió en el primer novelista del país en atender el problema de la
explotación minera en la región central de Puerto Rico. La novela tuvo una amplia difusión en la
época y contribuyó, desde el punto de vista literario, a la toma de conciencia
sobre el tema ambiental en Puerto Rico. La novela se publicó en un momento
crítico, cuando se profundizaba en sectores del país la lucha antiminera.
Manuel Muñoz Rivera nos legó
también un libro de Cuentos y Relatos
(1986), libro que el crítico y
abogado Luis Alberto Torres, considera un documento valiosísimo. Publicó, además, en 1980 (segunda edición de
1986) Bori-ken, Historia en verso de Puerto Rico y Pasionalias
(1992) poemas de tema amoroso y erótico, algunos de cuyos poemas están
incluidos en la antología que bajo el título de Panorama General de la Poesía en
Utuado editara el Dr. Rubén Maldonado Jiménez.
Gran parte de la obra de Manuel
Muñoz Rivera, especialmente sus dramas, se encuentran inéditos. Su hijo Daniel, nos mostró en los pasados
días, los manuscritos de su libro Melodías
y de sus dramas Mala Hierba, drama
en tres actos, La simiente de Caín,
drama también en tres actos y Almas en Tránsito, drama en dos
actos. También otros escritos, crónicas,
poemas y cuentos, que permanecen inéditos, bajo el cuido de Daniel.
Una parte de su obra
testimonial, tanto publicada como inédita, responde a sus preocupaciones
espirituales. Producto de su vocación
cristiana es el libro de testimonio Dios
me llamó con fuego (1978) y la Mujer
Nueva, 1982.
Como vemos, Manuel Muñoz fue un
escritor centrado en los temas de su tierra, desde el mundo taíno, la llegada
de los norteamericanos y los temas ambientales del país. Sus novelas están escritas en un estilo
directo, donde predominan escenas dramáticas, diálogos vivos y referencias a
las realidades del país. En ese sentido,
su literatura estuvo hermanada a su largo oficio de periodista.
Manuel Muñoz Rivera fue un
excelente periodista, un reportero de los de antes, de los que se formaron en
la calle, que sentaron cátedra por abordar con honestidad y seriedad todas las
asignaciones. Su pluma brilló en el
diario El Imparcial. En este importante diario del país cubrió eventos
muy importantes como los juicios a los nacionalistas, y la transformación
económica de Puerto Rico. Fue un reportero sagaz, objetivo y como tal sentó
cátedra periodística. Sus reportajes le
acreditan como un gran testigo de una época de grandes eventos y
transformaciones.
Si algo podemos decir en
justicia a este escritor utuadeño es su carácter dinámico. Como periodista y como escritor Manuel fue
una persona de un gran dinamismo, un escritor de garra y pluma viva cuyas
narraciones se sobreponían a las posibles limitaciones formales en el caso de
la novela. Recuerdo cuando allá para los anos 70 del pasado siglo, nos decía
que su modelo había sido el gran periodista y escritor norteamericano Ernest
Hemingway. Tal vez este gran escritor y periodista fue el modelo que en el
fondo sirvió a nuestro novelista local.
Estableció su residencia en el
Sector Cayuco del Barrio Caguana de Utuado.
Allí vivió y murió, en una especie de exilio personal, a donde nunca
llegaron los honores que merecía este jíbaro de nuestra tierra, que nos dio
lustre como escritor y como periodista. Hoy,
al narrar su partida, sólo nos resta desearle descanso eterno y pedirle a los utuadeños de las nuevas
generaciones que no olviden a este hombre cuya obra puso a su pueblo y a su
país en alto.