jueves, febrero 16, 2006




Perdí mis pasos
por el barrio chino
a comienzos del otoño
de 1983. En alguna parte
debe sonar el eco
de mi huída
como las sílabas
de un poema inconcluso.

miércoles, febrero 15, 2006

UNA PUERTA OLVIDADA


Para Radamés Cordero

Con el tiempo algunas cosas pequeñas adquieren una dimensión insospechada.
Como ese pedazo de metal enterrado en una pared en ruinas que una vez fue una puerta.
Una puerta por donde seguramente entraron niños regocijados y hombres laboriosos.

La esfinge de un pestillo que una mujer cerró mientras soñaba lugares diferentes.

Una puerta es la entrada a un camino que nunca se borra, hasta que morimos.

Mientras pase por aquí y mire hacia las ruinas veré otro tiempo. Me escurriré por sendas que nunca descubrí.

Ese pedazo de metal no es sólo lo pasado. Su corrosión me habla también de ese futuro que arrastramos insomnemente, de ese susurro a la sombra del oído que nos dice mañana no estaremos.

Todo esto mientras enfoco mi cámara hacia el pedazo de metal y me miro también camino al porvenir.

martes, febrero 14, 2006

LOS INCONFORMISTAS

Los conformistas tienen su cielo en la tierra: sus vidas flotan sobre los tiempos malos y ante la catástrofe acabada de suceder piensan que pudo haber sido peor.

La conformidad pisa siempre terreno seguro, aunque transite por horrosos pantanos: acepta tormentas con calma inverosímil y se plantea que los mejores tiempos están siempre por venir.

Lo difícil es ser inconforme. El inconformista es, de primer plano, tildado de mal agradecido, de inadaptado. Se le adjudican, sin muchos miramientos, todos los síntomas de la peor enfermedad, que es la ingratitud. Su vida oscila entre asechos de desprecios y la soledad que significa andar siempre por caminos desatendidos. Vivir en la inconformidad es asegurarse de que nada sea cierto, proclamar temprano cada mañana las grandes brechas abiertas a la decepción.

Los inconformes caminan con la herramienta de la duda, destapando ollas de podredumbre y pulsando su lira de aguafiestas. Son, en definitiva, juglares de la peor profecía. Cuando los conformes están listos para vivir la calma, los inconformes esperan el desafío de la tormenta, pero tienen la certeza de que la adversidad reconstruirá su mundo en uno mejor. Su optimismo les permite allanar todas las situaciones y entender las fatígas que anidan en las íntimas ligaduras de las comunidades humanas. Sus gestiones arrojan luz sobre las particularidades y permiten convertir en desecho, basura existencial, muchas de las rutinas de la vida, mientras con otras se realizan milagros. En ese sentido el inconformista lanza una mirada polifacética que todo lo abarca. Su deber es acercarse a todo para poderlo negar todo.

Comprende que para existir hay que sentir.

Si logra subsistir el diagnóstico de la enfermedad impuesta por su marco social, si logra convertir en rizas sus amargas vibraciones de cada día, el inconformista se convierte en el mejor maestro. El cúmulo de sus acciones, vistas al trasluz de sus gestas cotidianas, va enhebrando los códigos del porvenir que a su vez contribuyen a iluminar las preferencias de todos: conformes e inconformes.

Las dudas del inconforme trazan el mapa de las profecías más tristes y también las de los más sublímes. Su ejemplo es una mina inagotable de sabiduría, aunque en determinados momentos ésta pase por locura. Así ha ocurrido en numerosos ejemplos de la historia que resulta innecesario mencionar.

Quien mira la vida desde la óptica de la más obstinada conformidad niega la propia vida que le impulsa a seguir hacia adelante. Su vida va narrando las líneas apagadas e intrascendentes de su propio epitafio. El inconformista se conforma con negarlo todo. En ese caudal de negaciones erige la soledad de su propio destino, el lugar donde el uno y el otro se encuentran, curados de espantos y desafíos. (Angel Maldonado Acevedo)

Acerca de mí

Mi foto
463 Campo Alegre, Utuado, Puerto Rico
Periodista, Escritor y Poeta, Ciudadano Lector