sábado, noviembre 24, 2012

Un tren que atraviesa la ciudad

Recuerdo aquella despedida en algún lugar de Hispanic Harlem cuando todavía éramos boricuas y era escasa la lluvia y escribía poemas nostálgicos.
Almacenaba y contaba zapatos tipo mocasín.  En el almacén se purificaba la existencia pues permitía el olvido.  Después y hasta la noche clasificaba platos de aluminio, rollos de papel y cajas de figurines.
De cuando en cuando echaba un ojo al mundo transeúnte de la acera y hablaba mi poco de inglés con acento sureño.  De algún lugar las canciones del Gran Combo comenzaban a tejer algo de la nostalgia.

Esa es mi tierra, broder, esa es mi tierra.

A las ocho o las nueve de la noche subía corriendo los cinco pisos donde un cuerpo flaco y cansado tocaba la superficie de varios libros o intentaba un poema.
La calle 106 del East Side comenzaba a tejer sus nuevos episodios: sirenas, corillos frente al parque, alguno que otro tiro lejano.
¿Dónde, en qué circunstancias se inspirarán los poetas en este frente de lucha que son las calles niuyorquinas?
Me decían que más al Sur en Downtown la cosa era diferente.  Había teatros y cines y barras y librerías y centros culturales y poetas callejeros y boricuas que habían alcanzado cierta celebridad.
Yo estaba muy uptown, en el Hispanic Harlem donde nadie era famoso a donde nunca llegaba el New York Times.
Lee el Diario la Prensa o El vocero de Puerto Rico.  Es lo único que llega, decía un aguadillano vendedor de frituras.
Tú te pareces a mi compueblano Ray Barreto, me decía el mismo aguadillano.
Somos boricuas pero yo soy de Utuado, un jíbaro de la montaña, le decía, tomando distancia de todo.
Un día tomé el tren en la 103 hacia Downtown.  In a downtown train como el poema de Pedro Pietri.  El tren atravesó velozmente la ciudad.
Jamás volví al Hispanic Harlem. Dicen que hoy es territorio de dominicanos, jamaiquinos y coreanos. 
Estoy, escribo, desde la Isla de Puerto Rico, en medio de una colina arenosa donde miro las estrellas y tengo conversaciones infinitas con mis nietos Irene Sofía, Beatriz Elena y Luis Ángel.  Ellos son muy inteligentes, conocen más de astronomía que yo.

Yo solo conozco la luna de la que me hablaron en cuarto grado de escuela elemental.
Les dejo otros lugares del Universo a los niños. Me conformo solo con la luna.
Como dejé hace treinta años Nueva York.  Lo he dejado a los poetas que convierten sus sueños en viajes.  ¿Qué más quieren que haga?

Simplemente,  miro el tren que avanza por las tardes y las noches desde una ventana adornada de pájaros e invitaciones.
¿Alguien me puede decir hacia dónde va ese largo tren? ¿Alguien me puede decir de dónde viene?

Acerca de mí

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463 Campo Alegre, Utuado, Puerto Rico
Periodista, Escritor y Poeta, Ciudadano Lector