domingo, agosto 05, 2012

Decadencia y muerte del político letrado


La literatura como acto público está tan mal parada en nuestro país que hasta aquellos escritores que son candidatos a puestos públicos esconden la realidad de que son escritores y se dan a conocer a través de otras parcelas de su personalidad pública: profesores, dirigentes sindicales, comentaristas de esto y de aquello.  Nunca de escritores y menos si son escritores poetas.  Parece que un temor a que los textos los traicionen o reconocen que no vale la pena presentarse ante un público electoral como escritores.

Recientemente escuché una tertulia radial donde se hablaba de todos los valores de un candidato menos de sus novelas  o sus poemas.
En  tiempos pasados se hablaba de don Luis Muñoz Marín como el vate, es decir el poeta, como un reconocimiento amplio.  Luis Palés Matos, amigo de Muñoz Marín era invitado a Fortaleza, asimismo otros escritores de la época. 

En otros países, digamos México, Argentina, Chile, Venezuela, Brazil, los escritores son escritores y punto. Como tales se pueden convertir en intelectuales públicos orgánicos, a la manera de cómo lo entendía Gramsci, o voceros de sus ideas.  En nuestro país ni siquiera los pequeños espacios literarios de la prensa reconocen a los escritores que se lanzan al ruedo público.  Ni siquiera Claridad, el autoproclamado periódico de la Nación Puertorriqueña, hace mención de ese hecho en las entrevistas que han realizado a alguno que otro candidato.

De la radio ni se diga: la incultura o el diletantismo de magazine (tomo la frase prestada de José Arsenio Torres)  permea nuestros programas de discusión pública (con algunas excepciones).  La mayoría de los que presentan los llamados Talk Shows de la radio nacional puertorriqueña, descansan en sus recursos académicos (historiadores, planificadores, sociólogos, politólogos) que a su vez se sostienen en  títulos académicos que hace mucho tiempo perdieron su pertinencia.   Los entrevistadores hacen preguntas sobre libros que nunca han leído y personas cuyas trayectorias desconocen.  Por lo mínimo un entrevistador o periodista que se precie de serlo debería hacer un mínimo de investigación sobre el académico o académica que tiene frente a sí.  Es lo menos que se puede esperar.
Vivimos en la sociedad del espectáculo, donde lo profundo y lo riguroso no cuentan.  En el debate público sobrevive el destello del chisme, la voz del rumor, la imagen de lo farandulero.  En ese escenario el escritor perdió toda posibilidad de ser un intelectual público.  Su participación (guiada por los propios intereses de los medios) responderá a lo trivial.  Por lo menos, de vez en cuando nos llega una columna de Luis Rafael Sánchez, Ana Lydia Vega, Rafah Acevedo o Edgardo Rodríguez Juliá, para mencionar solo algunos que han logrado acceso a un limitadísimo espacio en la prensa.  Claridad a veces nos trae  enriquecedoras columnas de  Félix Córdova Iturregui, precisamente un candidato por un partido del que a lo mejor sus partidarios desconocen de su poesía o del hecho de haber sido finalista en el prestigioso premio Alfaguara de novela.

No es que la prensa sea la meta editorial de ningún escritor. Esto le corresponde a los libros o a las revistas serias, pero la radio, la prensa diaria o semanal, son los vínculos que mantienen a un escritor con su pueblo, por lo menos con el pueblo que no tiene acceso a los blogs o las revistas académicas de escasa circulación.
La ciudad letrada perdió su norte  y el escritor las fronteras que conquistar y nadie es consciente de ese hecho o si lo son  parece no importarle mucho.  En este país cualquier cosa es posible, menos escuchar la voz de los escritores en muchos espacios públicos.

 Es notable la excepción de la ciber revista 80grados que publica en internet un grupo de intelectuales y periodistas puertorriqueños.  Es el mejor foro del país.

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Periodista, Escritor y Poeta, Ciudadano Lector