miércoles, septiembre 03, 2008

El pelotero



Nunca fui pelotero
pero un día
en los años sesenta
la serie estuvo empate
hasta el final del último episodio.
Montañeses y Maceteros.
Yo iba a los
Montañeses desde siempre,
muchas veces con suerte
hasta los días finales.
La temporada en ese instante
era un albor de sueños.
Yo había predicho un juego muy parejo
y deseaba
que el héroe nuestro fuera
el fornido Atanasio, (todavía tenían nombres criollos).
Jugador de mi barrio,
treintón sobreviviente de la vieja Clase A
no había podido conectar libremente
en las entradas anteriores. En el noveno,
tres a dos, Maceteros al frente
Tano, el americano, era la única esperanza.
La tarde se borraba lentamente.
Por las lomas de Utuado.
gritaban los fanáticos pidiendo
un pequeño milagro que nos diera
otra celebración. El viejito Atanasio
con sus seis pies robustos
se ubicaba seguro en el tránsito
a la gloria local. Solo bastaba un bombo
sobre los 255 pies del bosque derecho.
Si en aquella ocasión hubiera sucedido nuestro sueño.
la realidad hubiera sido la victoria cuatro a tres.
¡Cuatro a tres! ¡El grito habría atravesado
las cuencas del Viví hasta Cumbre Alta!
Pero el milagro nunca sucedió… Ya casi lo he olvidado.
Una ruleta lenta por primera. Out facilísimo. Que tontos
esperar tanto de Atanasio, luego de previos ponches, la esperanza no vino.

Yo todavía no escribía poemas, ni acaso pensaba que algún día
pudiera ser poeta. Batear de cuatro cero no era una forma de convertirse en héroe
para un simple aprendiz
de la pelota dominguera. Al pasar de los años
quedó aquella memoria de la desilusión
prendida a los domingos de pelota y hastío. No hubo tiempo de glorias
en el Ramón Cabañas para el espectador de quince años
que se fue por la orillas de las gradas vacías
para no volver nunca.

Los ponches de Atanasio el pelotero implícito
no dejaron lugar a otros recuerdos. ¿Quién dice lo contrario
cuando hoy escuchamos tantas historias
de bateadores de cuatrocientos puntos
de jonroneros fértiles y otras categorías
de héroes caseros y foráneos?

Ya no asisto a los juegos. Dedico los domingos a otras fruslerías
como leer historias de viajes y armar rompecabezas. No conozco a los héroes comarcales. A veces cuando voy cerca al viejo parque
escucho griteríos y apuro el paso porque no quiero ver
la roleta de Tano para doble jugada
bateada en el final del noveno episodio.

Tomado del libro Pequeño Bar Nocturno y otros poemas, Libros de la Iguana, San Juan Puerto Rico, 2008

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463 Campo Alegre, Utuado, Puerto Rico
Periodista, Escritor y Poeta, Ciudadano Lector