domingo, febrero 29, 2004

DE TURISTAS Y DESTERRADOS
Por Angel Maldonado Acevedo

Piensa globalmente, actúa localmente. En algún lugar de la internet recojo esta consigna de alguno de los filósofos situacionistas que estuvieron de moda en las últimas décadas del siglo XX. La frase me parece apropiada para sostener la idea del compromiso que todos tenemos con las comunidades donde convivimos, en la cual expresamos nuestros amores y desamores cotidianos, donde nacemos y donde somos enterrados.
Aunque sabemos donde nacemos y no donde vamos a morir, siempre los caminos de la deriva nos llevarán a una orilla donde una comunidad nos ofrecerá su asentamiento. Ahí pondremos a prueba la virtud de las adaptaciones propia de la gente de los caminos. Por eso no creo no conocer gente más localizada que aquella que ha sido marcada por señales de muchas sendas. Estos aprecian los oasis de toda orilla porque conocen las vicisitudes de todos los desiertos. Saben que toda comunidad irradia calor y se sostiene en el aliento de sus historias y mitos que el visitante va modificando con elementos y signos de otros lugares. El viajero es un juglar de canciones que se adaptan y le permiten sobrevivir en cualquier lugar, más aún, hacer suyo cualquier lugar. En cada comunidad la canción o la historia se rehacen, se vuelven propias, adquieren el ropaje de la nueva cotidianidad. Son historias globales que se hacen locales allí donde la deriva permite que nos asentemos un tiempo, aunque sea el tiempo breve de la canción y el espectáculo.
Todo esto nos lleva a pensar que no existen los lugares globales. Cada lugar es local sólo que ciertos lugares alcanzan gracias a la exposición mediática un reconocimiento casi universal. La mirada del turista asiste al espectáculo de lo global, en esa sobreimposición de imágenes transitorias en los que se ha convertido el turismo de nuestro tiempo. Sólo el desterrado encuentra en lo local de los nuevos lugares el espacio que el tiempo y la distancia les han quitado.
La literatura - especialmente la poesía - nos presenta millares de ejemplos que nos permiten transitar como lectores por esos espacios que el desterrado se apropia para mitigar y hacer más llevadero su exilio. Algunas de esas apropiaciones duran toda la vida y logran sustituir en el marco de la actividad cotidiana el espacio original. Este sólo queda en el recuerdo que se traduce en la mejor poesía.
Inevitablemente somos seres comunitarios y la globalización es solamente una forma de convertirnos en cifra para propósitos de usarnos como consumidores. La voz de lo global es un simulacro que intenta apagar la vida. Solamente seremos globales en la mediad en que seamos locales. En la medida en que respetemos cada identidad, cada espacio cultural. En la medida en que miremos hacia lo distinto con la pasión de lo nuestro. Es en el pequeño territorio de nuestra vida, nuestras esperanzas, frustraciones y fracasos, que se detendrá finamente la mirada de lo global. Desde todas partes volveremos a nosotros a ver el fruto de ese largo recorrido que representan nuestros exilios existenciales.

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Periodista, Escritor y Poeta, Ciudadano Lector